miércoles, junio 28, 2006

Muerte On line


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Mira fijamente la pantalla, y nada, parece que se fue, se disipo como las volutas del humo del cigarro que su padre recorría con los ojos. No tuvo tiempo para compartir un par de palabras con Amelia, no quiso amargar sus días. Posiblemente ella lo agoto, con tantas preguntas, de dónde eres, qué haces, estás ocupado, fumas, te gustan los niños, cuantos quieres tener, un bombardeo de interrogantes. Quería saber, cómo le gustaba el café, cargado, con leche, con galletas o quizás lo salado era su devoción, y viajaba a escenas domésticas en donde le preparaba suculentos platos caseros como los que le preparaba su mamá a su papá. Y ahí se quedaba estática en frente del monitor de sueños. Él divagaba y no sabía como sutilmente sacársela de encima, sentía pena, había olfateado su angustia por aferrase desesperadamente a alguien.
Al morir su madre, se había abocada apasionadamente al cuidado de su padre. Y él cansado había abandonado la tierra hacía días.
Luego de reacomodar la casa, y guardar en cajas los recuerdos ya no había más que hacer. El lugar se hacía insoportable, el silencio se colaba en cada uno de los minutos de sus invariables días. Un sábado, sus ojos se volvieron a el como una sentencia anunciada, al alcance de su mano, vio en el computador una posibilidad, y se puso de cabeza a buscar alguien con quien compartir su soledad. Cada mañana como un ritual, encendía el computador e ingresaba a cuanta página para conocer gente llegaba a sus manos. Y él, la había conquistado, esa forma sutil de contestar sus preguntas, de reptar entre respuestas amables y esquivas, esa sensación de poder atrapar un pez con las manos.
Ese día, le había hecho la pregunta feroz, quería verlo, conocerlo, abrazarlo, y se lanzo a la aventura esperando una respuesta positiva, pero nada, el computador no emitió ningún sonido. Permaneció horas frente a la pantalla, era como una estatua inquieta. Se conecto temprano a
la mañana siguiente, pero nada, había desaparecido, su cara estaba imperturbable, como no creyendo lo que sus ojos veían, las letras de él se habían desvanecido del monitor. En un gesto desesperado con su mano derecha apretaba el mouse intentando atraparlo para traerlo de vuelta a su vida, a sus ilusiones domesticas, a ella…