Me Miró, goteaba descaradamente la muy puta. Ante un solo atisbo de atracción solía caer en estados de oníricos éxtasis. Había mucho dentro de ella, sudores añejos de sabanas húmedas y manos que buscan cobijo en un espacio íntimo. Sueños abiertos de príncipes inexistentes y familias perfectas. Vacío permanente de un cuerpo que se verifica en una emoción dolida. Siento luego existo dijo ella con esa mirada lasciva e ingenua de gata celosa, de meretriz, la muy cartucha. Acarició mi ojo derecho nuevamente y los colores acamparon en sus mejillas de mujerniña correcta que imagina lupanares y templos, carnes jugosas y mantras. Tomó con su mano uno de sus largos cabellos, caprichosos y lo acarició enigmáticamente como queriendo descifrar el rompecabezas de su imperturbable mirada. Sabe que no será suya, pero ese roce de beso cortes menea su corazón. Su mirada se clavó por unos segundos en esa postura ligera, alcurniosa, de estar pérdida despérdida como una vela que se apaga lentamente. Acomoda su mechón, la cínica y se despide como una gran dama, la farsante.
Entra, se persigna como todas las noches, besa su frente y le recuerda pagar la cuenta de la luz, la mantenida, parásito. Gira su cuerpo, acomoda la almohada, buenas noches amor y cuando cierra sus ojos lo ve como un cavernícola tatuado y altanero, lejano. Lo denuda de a poco como saboreando un chocolate, apaga la luz del la mesita de noche y se queda quieta, penetrada por esos ojos oscuros, lúgubres, ambiguos, tristes y poderosamente sensuales. Lo sueña…
Entra, se persigna como todas las noches, besa su frente y le recuerda pagar la cuenta de la luz, la mantenida, parásito. Gira su cuerpo, acomoda la almohada, buenas noches amor y cuando cierra sus ojos lo ve como un cavernícola tatuado y altanero, lejano. Lo denuda de a poco como saboreando un chocolate, apaga la luz del la mesita de noche y se queda quieta, penetrada por esos ojos oscuros, lúgubres, ambiguos, tristes y poderosamente sensuales. Lo sueña…