Abrí la puerta suavemente, dejé mi chaqueta sobre el colgador de la entrada y lo ví, suave, ligero, relajado. Me saqué las botas, no quería interrumpir la escena. Lenta y directamente, fuí hacia él, su departamento invitaba ropa liviana, me saqué el pañuelo, que como siempre protege mi cuello. Dí dos pasos en punta de pie, una gota comenzó a recorrerme la espalda, a un metro de él, observé cada detalle, sus cabellos rubios y revueltos, sus manos grandes, el cigarrillo en la boca, ese enorme cuerpo que esperaba, me esperaba.
Despacio y sin querer perder un minuto de aquel paraíso urbano, me acerqué sigilosamente, como lista para atacar a mi “enemigo”, a dos paso de él, desabotone mi blusa, era la tercera línea delgada de sudor, que bajaba desde mi cuello a mis nalgas. Como quien va a tomar una fruta prohibida, incliné mi cuerpo hacia el suyo y deslicé mi lengua desde el inicio de su cuello por medio de esa manzana poderosa hasta el comienzo de su barbilla, de ahí continué con mi lengua dulcemente hasta las comisuras de sus labios, ahí con mi mano derecha tomé el cigarro, aspiré profundo, incliné mi cuerpo hacia atrás y dejé que las volutas recorrieran el ambiente, como una especie de iniciación ritual. Luego, derecho a su boca, carnosa, semiabierta, y con suaves mordiscos recorrí ese enjambre abierto sólo para mi, su lengua rozó mi lengua y a un beso dócil continúo, le siguió otro más ardiente y otro excitado y otro y otro… hasta que me levantó como una pluma y me llevó a su cama, lista para el encuentro, en aquel paraíso urbano…
Despacio y sin querer perder un minuto de aquel paraíso urbano, me acerqué sigilosamente, como lista para atacar a mi “enemigo”, a dos paso de él, desabotone mi blusa, era la tercera línea delgada de sudor, que bajaba desde mi cuello a mis nalgas. Como quien va a tomar una fruta prohibida, incliné mi cuerpo hacia el suyo y deslicé mi lengua desde el inicio de su cuello por medio de esa manzana poderosa hasta el comienzo de su barbilla, de ahí continué con mi lengua dulcemente hasta las comisuras de sus labios, ahí con mi mano derecha tomé el cigarro, aspiré profundo, incliné mi cuerpo hacia atrás y dejé que las volutas recorrieran el ambiente, como una especie de iniciación ritual. Luego, derecho a su boca, carnosa, semiabierta, y con suaves mordiscos recorrí ese enjambre abierto sólo para mi, su lengua rozó mi lengua y a un beso dócil continúo, le siguió otro más ardiente y otro excitado y otro y otro… hasta que me levantó como una pluma y me llevó a su cama, lista para el encuentro, en aquel paraíso urbano…