lunes, abril 11, 2005

Dormir


Nada mejor que compartir un saco, acariciar con todo el cuerpo un otro forastero.

Extraño, solitario, una vasta llanura a explorar con los dedos, el aliento y la boca. Incrustada a una piel nostálgica como olvidada, comenzado por gemidos cortos que buscan respuesta, al mismo tiempo que avanza impetuosamente surcando con los dedos el contorno sinuoso, que, cual monte sacro invita a pecar.
Homenajeando a los pioneros montañistas, se prepara a ascender ese límite que encierra todo lo que ella desea; una aventura, un escondite provisorio que como guarida en temporal, la aloje seca y tibia...
Despierta con una sonrisa que cubre un rostro complacido...

3 comentarios:

Ángel mutante dijo...

Sí, creo que sí.
Puede ser, aunque los sacos, no. Mejor no.

Gracias por tu comentario en un esperpento mío de los otros días.
Un besito triste y otro amarillo.
Chaoooo.

Cpunto dijo...

vamos a cerrar los ojos apenas un tiempo, para ver
para verlo casi todo
como en ese sueño del otro dìa
pegadas las bocas
los sueños
las palabras unidas
a la memoria

C.

Anónimo dijo...

Encuentro y fusión con un extraño, imagen erótica que una y otra vez moviliza(ba)mi fantasía y templaba mi cuerpo en noches de adolescencia solitaria. La página 57 en mi edición de la última niebla (Bombal) era releída obsesivamente para recuperar a aquel hombre moreno de la doble desnudez y la medallita pueril entre el bello de su pecho...
La imagen arquetípica del loco en el tarot, aquel viajero eterno que no permanece en ningún sitio... el marinero de Farewell... entre mis sábanas.